lunes, 26 de septiembre de 2011

Las Leyes de la Ignorancia

Hoy toca seguir dando caña a la gran madre Ciencia, que todo lo sabe y puede aproximadamente la mitad de lo que sabe. O quizás está segura de que sabe pero no lo tiene del todo claro. Sea el caso que sea, voy a seguir tocándole las narices. O mejor aún, tocaré las narices de los científicos, que están demasiado seguros en su sillón bajo el principio de que su sistema de conocimiento es el Verdadero porque Funciona (que funciona, sin duda) y olvidan que para que funcione, primero deberían acatarlo con rigor. Que sí, que algo de rigor tienen, pero no todo. Porque son humanos, y como humanos, falibles e imperfectos, por tanto el método, en el supuesto de que fuera perfecto, no va a poder ser aplicado a la perfección. Ya la cagamos, Newton. Y acabamos de empezar la entrada.

En fin, vamos allá: orbitaremos alrededor del concepto de Leyes científicas en las llamadas Ciencias naturales, que son, según Wikipedia, estas de aquí. Las ciencias naturales elaboran una serie de "reglas que relacionan eventos que tienen una ocurrencia conjunta, generalmente causal, y que ha sido puesta de manifiesto siguiendo el método científico". Bien, hasta ahí bien, si pasamos por alto que el "método científico" es enormemente sospechoso porque se basa en interpretar datos, que sólo pueden aparecer de una determinada forma o manera específica y prediseñada, en términos naturales, globales, y en general, de probabilidad.
Pasándolo por alto, como dije, tenemos que estas reglas son sólo la manifestación, declaración o afirmación de la existencia de una relación entre un fenómeno y otro. Así, sin más, y traducido al román paladino, como se dice, suena de esta forma:
"una regla científica es la declaración de que hemos encontrado una relación de causa-efecto entre dos fenómenos a base de experimentación, observación y análisis de datos".
Enormemente convincente, ¿no? Hemos visto esto, así te lo contamos, y podemos utilizarlo para predecir lo que va a suceder si encontramos un cambio en uno de los fenómenos, especialmente el causal. Véase aquí a Galileo diciendo "Si es verdad que un efecto tiene una sola causa primaria y que entre la causa y el efecto hay una conexión firme y constante, debe entonces concluirse necesariamente que allí donde se perciba una alteración firme y constante en el efecto habrá una alteración firme y constante en la causa".

Funciona. Joder si funciona, lleva siglos funcionando porque está hecho de forma que funcione. Alguien se tomó muchas molestias en hacer un sistema que funcionase. Y ése fue el error. ¿por qué? Veamos antecedentes.
Hace aún más tiempo, los chamanes encontraron que los Espíritus eran tremendamente útiles como explicación. Eh, frotabas un palo contra otro para que el espíritu del fuego naciese con el apareamiento de los espíritus del aire y la tierra. Y no fallaba: si frotabas un palo con otro, los espíritus esos se ponían morados y acababa saliendo el fuego de la pasión. Y el de la hoguera, de paso. Y empezaron a ir las cosas mal cuando se encontraron que los espíritus no podían explicar cosas más complejas como, por ejemplo, todas esas cosas que tenemos dentro y que se ven cuando alguien nos abre por la mitad, aparte de para doler, para qué sirven.
Entonces los Espíritus empezaron a liarse, y aparecieron explicaciones cada vez más complejas sobre cómo estaban las cosas hechas o cómo las habían fabricado, y al final los Espíritus dimitieron porque estaban desbordados, cambiaron de puesto y se transformaron en Dioses. Y eso sí que fue una pifia monumental, porque los Dioses ya podían hacer lo que quisiesen. Así que hale, fiesta. A crear y destruir cosas. Chorradas aparte, lo que realmente importaba de los dioses es que, como eran omnipotentes, lo podían explicar todo. Y si no lo podías explicar directamente, ibas y se lo preguntabas. Claro que no te contestaban, pero por lo general te dabas por contento con preguntar. Ya habías hecho tu parte.

Entonces a alguien se le ocurrió buscar un sistema de conocimiento que no necesitase de la intervención divina y que, por tanto, tuviese a la fuerza que esforzarse en buscar una explicación, con lo cual como mínimo encontraría una que sirviese para algo. Podría estar equivocada, pero tenías un conocimiento práctico. Ejemplo: "oye, mira esta historia: el agua desciende siguiendo la forma del objeto al que rodea. Si le pongo una rampa con topes y lo hago girar, podré hacer subir el agua hacia arriba". Y éste es el principio del Tornillo sin Fin. Bien hecho ahí.
Pronto el conocimiento que se acumulaba con este sistema era demasiado, y hubo que ponerle una serie de limitaciones: vamos a quedarnos con lo que se pueda comprobar en cualquier momento, y dejarnos de teorías demasiado complicadas (replicabilidad y parsimonia, dos buenos principios). Y como era lo que mejor funcionaba, apareció el primer error, que fue ponerle el nombre inadecuado a lo que hoy llaman Ley. Como "suposición de que hay un par de cosas que están relacionadas de alguna forma y si cambias una, cambiarás la otra", lo llamaron ley.

Lo que tiene de malo el concepto de Ley es que implica obligación. Tal como se utilizan en debates, discusiones y publicaciones científicas, parece asumirse que las Leyes han perdido su papel de afirmación basada en hechos reales y pasan a ser normas que rigen dichos hechos. Precisamente por estar tan poco equivocadas y ser tan demostrables se asumen que son necesariamente ciertas y se las cosifica, convirtiéndolas en algo real y nublando el juicio del científico, que se supone debería tener una mente inquisitiva y admitir lo que ve antes que negarlo en favor de sus propias convicciones.

Decidle a un físico "tengo una roca que flota" y lo primero que os contestará es "imposible". Después dirá algo relativo a la gravedad.  Decidle a un biólogo que escupís fuego y os dirá "imposible", haciendo un montón de demostraciones de cómo las Leyes de la Biología impiden que escupáis fuego.

Este tipo de planteamiento es el que está haciendo que el sistema deje de funcionar, al menos tan bien como funcionaba. Porque si priorizamos el modelo de una realidad frente a la realidad que representa, acabaremos perfeccionando el modelo y a la vez desajustándolo de esa realidad, de forma que tendremos que perfeccionarlo aún más para explicar esos desajustes, lo que llevará a conclusiones eminentemente falsas e ilógicas, amén de para nada parsimoniosas.

En ningún momento digo que no funcione la Santa Madre Ciencia (ya se me ha escapado otra vez!). Digo que funciona tan bien que algunos hombres de ciencia  la confunden con una deidad, algo que no sólo explica la realidad sino que también la obliga a comportarse de cierta manera. Se ha creado un género de películas llamado ciencia ficción, y se comenta alegremente cómo los sucesos que se ven en la pantalla son "imposibles" y "nunca podrían suceder", porque "no cumplen las leyes de..." la física, la biología, la genética o hasta la termodinámica.

Las leyes son algo que ha de ser cumplido, esta no es la relación entre las ideas científicas y la realidad, y por tanto la palabra no es adecuada para describir estas declaraciones porque, como es más que sabido, los hechos son muy tozudos, y si tiene que ser que la dichosa piedra flote, flotará, pese a la Ley que pese. Principio, por ejemplo, es una palabra que ya no resulta tan conminatoria. Estaría mejor, piensa un servidor.
Sea como fuese, es importante recordar que las leyes científicas dependen de la realidad, y no viceversa. Olvidaos de esto, y moriréis gritando "¡Es imposible!" cuando se os eche encima cualquier roca voladora.

No necesitamos un científico-sacerdote que grite y maldiga a cualquiera que muestre algo que le lleve la contraria. Necesitamos un científico-curioso que cuando vea algo que le lleve la contraria no diga "imposible", sino "interesante". Pensad en la diferencia entre vuestro profe de Biología y Leonardo da Vinci. Por éso da Vinci era genial, porque sabía que hay que preguntar antes que disparar.

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